Estudio de las relaciones entre la moda y el cine

El mito de Pigmalión en el cine a través del diseño de vestuario

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Por Santiago Maestro Cano

“La diferencia entre una dama y una florista no está en cómo se comporta, sino en cómo se la trata” (Bernard Shaw, Pigmalión, 1913)

A lo largo de la historia del Cine se han producido interesantes relaciones con el mundo de la Moda a través del mito de Pigmalión. Para entender su relevancia debemos empezar haciendo un flashback de más de dos mil años, hasta el poeta romano Ovidio, quien relataba este mito alrededor del año 8 d.C. en su obra Las metamorfosis. Pigmalión, rey de Chipre, buscó durante mucho tiempo a la mujer perfecta con la que casarse. Frustrado en su búsqueda, dedicó su tiempo a crear esculturas preciosas para compensar la ausencia. Una de estas, Galatea, era tan bella que Pigmalión se enamoró de ella. La diosa Afrodita se conmovió ante el deseo de Pigmalión y concedió vida a la escultura transformando a Galatea en un ser humano.

De este mito pueden derivarse distintas lecturas. Una de ellas es la búsqueda de la perfección: el mito de Pigmalión nos muestra a un rey obsesionado con la perfección. Solo él podía ser capaz de dar forma a aquello con lo que soñaba, tal y cómo lo había estado buscando. Solo él pudo crear a la mujer que deseaba. Sin embargo, carecía de lo más importante… la vida. Con lo cual, tampoco era perfecta. Y es que, en el fondo, la perfección, no existe.

Una segunda lectura es el poder del amor: ¿qué es lo que dio vida a Galatea? Afrodita vio el amor de Pigmalión por su escultura y este amor era tan fuerte, que debía materializarse de alguna forma. Por eso, le ayudó haciendo realidad su sueño.

Este famoso mito de Pigmalión ha estado presente a lo largo de toda la Historia en la pintura, escultura, literatura, teatro, óperas, películas, series…

Pigmalión y Galatea – Louis Gauffier, 1797             
Pigmalión y Galatea – Goya, 1815

En las películas el efecto Pigmalión aplicado al diseño del vestuario ha dado mucho juego a los figurinistas a la hora de concebir y plasmar en la pantalla la motivación y la evolución de los personajes en la puesta en escena requerida por el director de cara a los espectadores. El mito de Pigmalión en el cine, centrado en la transformación y evolución de un personaje, encuentra en el vestuario un reflejo tangible de los cambios que experimentan los protagonistas. La elección de la ropa no es solo una cuestión estilística, sino un recurso narrativo que acompaña y simboliza el proceso de metamorfosis. Los diseñadores de vestuario juegan un papel importante para visualizar la influencia del efecto Pigmalión, adaptando las prendas a medida que los personajes evolucionan o son moldeados por su entorno. Cada prenda, color y estilo elegido cuenta una parte de la historia, evidenciando cómo el cambio de vestuario refleja el cambio de los personajes. Voy a ir tratando esta relación a través de una selección de películas clave que abordaré de manera cronológica.

La primera versión cinematográfica de la obra de Bernard Shaw fue Pigmalion (Anthony Asquith, 1938).

En ella el vestuario diseñado por Wilfred Shingleton juega un papel importante en el cambio de Eliza Doolittle (Wendy Hiller) por parte del profesor Henry Higgins (Leslie Howard). La transformación de una simple florista de clase baja en una dama sofisticada se manifiesta no solo en su lenguaje y comportamiento, sino también en su ropa. Al inicio, Eliza viste prendas sencillas, desaliñadas y poco cuidadas, propias de su estatus social bajo. Sin embargo, a medida que avanza su formación, los vestidos elegantes y bien confeccionados reflejan su evolución hacia una mujer refinada y aceptada en la alta sociedad. El vestido blanco que lleva en la escena del baile simboliza su culminación como una mujer que ha alcanzado una nueva posición social. El cambio en el vestuario también refleja el conflicto interno de Eliza, quien lucha por equilibrar su nueva identidad con su yo original. Los detalles minuciosos de los tejidos, encajes y sombreros usados por Eliza ilustran cómo el diseño de vestuario puede ser una herramienta para explorar las tensiones entre el cambio exterior y el interior del personaje.

Lo primordial es que no se trata de un mero cambio estético: el vestuario representa la metamorfosis de Eliza en los ojos del mundo, moldeando cómo es percibida por los demás y cómo percibe ella misma su lugar en la sociedad. Es aquí donde el diseño de vestuario se convierte en el Pigmalión de su identidad: “el escultor” que transforma su imagen y la proyecta en un nuevo rol social.

Sin embargo, el vestuario también plantea una crítica al mito de Pigmalión. Aunque Eliza adopta el aspecto de una dama, el conflicto interno del personaje revela que el cambio externo no siempre implica una transformación interna completa o deseada. Esta dicotomía, reflejada en el diseño de vestuario, refuerza el mensaje de Shaw sobre la superficialidad de las apariencias y las complejidades del cambio humano. De este modo, el diseño de vestuario no solo actúa como una herramienta narrativa clave, sino que también abre un espacio para la reflexión crítica sobre los límites del efecto Pigmalión y las dinámicas entre apariencia, identidad y transformación en la vida y en el arte.

Años más tarde, en pleno cine clásico, el diseño de vestuario en Sabrina (Billy Wilder, 1954) se convierte en un elemento fundamental para narrar y simbolizar la transformación personal y social de la protagonista (Audrey Hepburn), una joven tímida e ingenua que, tras un tiempo en París, regresa convertida en una mujer sofisticada, segura y elegante.

Esta evolución representada visualmente a través de su ropa, encuentra una resonancia clara con el mito del efecto Pigmalión, en el que un escultor moldea una obra perfecta que cobra vida. En el caso de Sabrina, el vestuario es el “cincel” que da forma a la nueva percepción que los demás tienen de ella, al tiempo que refuerza su propia confianza.

Al inicio de la película, Sabrina viste prendas funcionales y sencillas que reflejan su condición como hija del chófer de los Larrabee, una familia adinerada. Su ropa contribuye a subrayar su inocencia y su lugar subordinado en la estructura social de la historia. Este contraste es clave para el desarrollo de la narrativa: tras su estancia en París, Sabrina regresa vestida con trajes elegantes diseñados por Edith Head y Hubert de Givenchy, cuya combinación de siluetas modernas y detalles refinados simbolizan el renacimiento de Sabrina. Vestidos como el icónico traje negro de cóctel con bordados florales no solo resaltan su nueva sofisticación, sino que también proyectan una identidad de clase alta que redefine su posición dentro del mundo de los Larrabee.

La transformación externa de Sabrina, encarnada en su vestuario, no solo altera cómo los demás la perciben, sino también cómo ella se percibe a sí misma. Como en el mito de Pigmalión, el cambio externo parece moldear su rol en el entorno social, otorgándole acceso a un mundo que antes le estaba vedado. Sin embargo, a diferencia de la figura esculpida por Pigmalión, Sabrina no es un sujeto pasivo de transformación; su viaje a París y el aprendizaje que allí adquiere demuestran su agencia y su capacidad de auto-construcción. Esto subvierte la narrativa tradicional del efecto Pigmalión, ya que Sabrina es tanto la creadora como la creación de su nueva identidad.

La narrativa también destaca cómo el vestuario puede funcionar como un lenguaje silencioso de poder y deseo. Mientras que David Larrabee (William Holden), el joven frívolo que Sabrina idolatra, se siente atraído por su nueva apariencia, es Linus (Humphrey Bogart), el hermano mayor y más pragmático, quien llega a comprender la verdadera esencia de Sabrina, más allá de su cambio externo. Esto plantea preguntas sobre la superficialidad de las apariencias y la autenticidad de las transformaciones, temas que el vestuario de la película enfatiza con sutileza y elegancia.

Más adelante en la película Un gánster para un milagro (Frank Capra 1961), con diseño de vestuario de Edith Head, la transformación de “Annie manzanas” de una mendiga a una dama respetable es representada por un cambio radical de vestuario.

Al principio, Annie (Bette Davis) viste prendas desgastadas, sucias y descoloridas, que reflejan su vida de pobreza y marginalidad. Cuando el gánster Dave «el Dandy» (Glenn Ford) decide ayudarla, su vestuario se transforma por completo: los trajes de alta costura, los sombreros elegantes y los guantes de seda simbolizan su nuevo estatus temporal. El cuidado de Edith Head en la selección de texturas y colores ayuda a enfatizar la fragilidad de esta transformación. La ropa elegante no solo cambia la percepción que los demás tienen de Annie, sino también cómo ella se percibe a sí misma. Esta metamorfosis externa refuerza el mensaje de que, aunque el vestuario pueda cambiar el exterior, el interior del personaje permanece inalterado.

En esta película, el personaje de Dave asume el papel del escultor que crea una “nueva versión” de Annie, no por deseo romántico, sino para proteger la dignidad de ella frente a su hija. El mito funciona en este caso como redentor: Dave actúa como Pigmalión al moldear a Annie para que encaje en una sociedad que la desprecia por su clase social. La motivación no es el amor idealizado, sino una necesidad de aceptación social y de proteger una relación familiar. A diferencia del mito original, la transformación no es individual, sino colectiva, con varios personajes contribuyendo al “milagro”.

La más conocida adaptación al cine de la obra teatral de Bernard Shaw es, sin duda, My Fair Lady (George Cukor, 1964).

El vestuario que Cecil Beaton diseñó es una de las piezas clave en esta adaptación musical del mito de Pigmalión. La transformación de Eliza Doolittle (Audrey Hepburn) es visualmente impactante gracias a una selección meticulosa de prendas que reflejan su cambio de una florista callejera a una dama de la alta sociedad. Al inicio de la película, Eliza lleva vestidos andrajosos y descoloridos, que reflejan su origen humilde. Estos contrastan dramáticamente con los exquisitos vestidos que luce en escenas como la del hipódromo de Ascot, donde lleva el icónico traje blanco y negro. Cada prenda diseñada por Beaton utiliza detalles como encajes, perlas y tejidos refinados para simbolizar el nuevo estatus de Eliza. Sin embargo, el vestuario también sirve para cuestionar la autenticidad de su transformación. La rigidez de algunos atuendos contrasta con su naturaleza genuina, sugiriendo, como en el caso de la película de Capra que antes comentaba, que el cambio exterior no siempre refleja una transformación interna.

El vestuario inicial de Eliza, sencillo, desgastado y lleno de colores apagados destaca su origen humilde y su posición marginal en la sociedad. A medida que avanza la película y Eliza se somete al riguroso entrenamiento del profesor Higgins (Rex Harrison), sus atuendos evolucionan hacia vestidos elegantes, refinados y en tonos claros, marcando visualmente su ascenso social. El diseño de vestuario de Cecil Beaton no solo embellece a la protagonista, sino que se convierte en un elemento narrativo que comunica su transición de “materia prima” a “obra de arte”, evocando la metáfora de Pigmalión y su estatua.

El clímax de esta transformación se alcanza en la escena del baile en la embajada, donde Eliza luce un deslumbrante vestido blanco con detalles plateados, coronando su metamorfosis y logrando que todos crean que pertenece a la élite social. Sin embargo, como en el mito, esta transformación plantea preguntas sobre la autenticidad: aunque Eliza ha cambiado por fuera, su lucha interna por definir quién es realmente y qué desea demuestra que no todo cambio externo garantiza una transformación interna.

En Grease (Randal Kleiser, 1978), el diseño de vestuario de Albert Wolsky marca la evolución de Sandy (Olivia Newton-John).

Al inicio, Sandy viste ropa modesta y recatada: faldas amplias, blusas con cuellos cerrados y rebecas de colores pastel. Estos atuendos reflejan su inocencia y timidez. Sin embargo, en la escena final, Sandy aparece con pantalones ajustados de cuero negro y una chaqueta de cuero, simbolizando su transformación en una versión más segura y atrevida de sí misma. Este cambio en el vestuario no solo refleja su deseo de encajar con Danny (John Travolta) y su grupo, sino también su nueva autoconfianza. La elección del cuero negro y los tonos oscuros refuerza la idea de rebeldía y empoderamiento, mostrando cómo el vestuario puede ser una declaración de identidad y evolución personal.

En Grease el mito de Pigmalión se manifiesta en la transformación de Sandy para encajar en el mundo rebelde de Danny y sus amigos. En este caso hay una mayor conexión con el motivo del Pigmalión de Ovidio: se trata de una transformación por amor: Sandy cambia su apariencia y comportamiento para cumplir con las expectativas de su interés romántico. Igualmente, Sandy se convierte en una versión idealizada según los parámetros de Danny, similar a cómo Pigmalión crea una mujer ideal. Si bien es cierto que la transformación parece estar motivada por Danny, Sandy ejerce control consciente sobre su cambio, apropiándose de su nueva identidad.

Por último, en Pretty Woman (Garry Marshall, 1990) el diseño de vestuario de Marilyn Vance desempeña un papel esencial en la transformación de Vivian Ward (Julia Roberts), una prostituta, en una mujer de la alta sociedad.

Al inicio, Vivian lleva prendas de fuerte carácter sexual y ajustadas, como botas altas de charol y faldas cortas, que reflejan su condición. A medida que se desarrolla su relación con Edward (Richard Gere), su vestuario se transforma drásticamente: vestidos elegantes, sombreros refinados y guantes de seda reemplazan su atuendo inicial. El icónico vestido rojo de la escena de la ópera simboliza su transición definitiva a un nuevo estatus social, destacando cómo el cambio exterior influye en su autopercepción y en cómo los demás la ven. El vestuario, cuidadosamente elegido por Vance, ayuda a narrar el viaje de Vivian de una manera visualmente impactante y emocionalmente poderosa.

En Pretty Woman la figura del mentor-creador Edward es el Pigmalión que, mediante su influencia y recursos, transforma a Vivian en una mujer sofisticada. Aunque el cambio exterior es evidente, la verdadera transformación ocurre en la autoestima y autopercepción de Vivian. La película cuestiona la fantasía de que una persona puede ser «rescatada» o «mejorada» por otra, manteniendo una tensión entre el romanticismo y la autonomía personal.

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Como hemos visto el diseño de vestuario en las adaptaciones del mito de Pigmalión es una herramienta narrativa poderosa que visualiza el cambio de conducta de los personajes dentro de las historias. Cada transformación externa, cuidadosamente elaborada por los diseñadores de vestuario, refleja y refuerza la evolución interna de los personajes, consolidando el efecto Pigmalión a través de un lenguaje visual accesible y emotivo. El vestuario cinematográfico no solo viste al personaje, sino que cuenta su historia, sus conflictos internos y su lucha por adaptarse o resistirse a los cambios impuestos por su entorno.


Comentarios

4 respuestas a “El mito de Pigmalión en el cine a través del diseño de vestuario”

  1. ¡Qué interesante! No conocía este mito, y verlo reflejado en algunas de mis pelis favoritas y encontrarle el sentido ayuda a apreciarlas mucho más. ¡Me ha encantado!

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  2. Avatar de Paquitina Riera
    Paquitina Riera

    Me ha encantado la relectura del clásico. Estoy segura de que a Ovidio le hubiera encantado leerlo también, ¡enhorabuena!

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  3. Avatar de 190102mc
    190102mc

    ¡Qué interesante! Después de leerlo me apetece volver a visionar algunas de las película a nombradas. Enhorabuena por tu artículo.

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  4. Muy bueno! Me

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